Maestros, coprotagonistas de la educación
Tres dimensiones de la docenciaConferencia de Pablo Boullosa en el Encuentro Internacional de Educación 2013, convocado por Fundación Telefónica, Educación a debate y la UNAM. Palacio de Minería, febrero de 2013.
El texto completo y corregido de esta conferencia puedes encontrarlo en la revista Este País, aquí.
Cómo dar clases
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Herbert Simon (Premio Nobel, teórico de la forma en que tomamos decisiones.) |
¿Qué son las competencias? Evolución de su concepto.
Alejandro Tiana Ferrer explica la evolución del concepto de "competencias" en forma muy clara. "Combinación de habilidades prácticas, conocimientos, motivación, actitud, valores, emociones y otros componentes sociales y de comportamiento, que se movilizan conjuntamente para lograr una acción eficaz." Las competencias integran saberes, tienen como objeto la acción, e implican la flexibilidad para adaptarse a situaciones nuevas.
Competencias clave para aprender, según la Unión Europea
(con énfasis en la autonomía, la iniciativa personal y el espíritu de empresa).
Ocho competencias clave
- La comunicación en la lengua materna..
- La comunicación en lenguas extranjeras.
- La competencia matemática y las competencias básicas en ciencia y tecnología..
- La competencia digital.
- Aprender a aprender.
- Las competencias sociales y cívicas.
- El sentido de la iniciativa y el espíritu de empresa, que consiste en la habilidad de transformar las ideas en actos y que está relacionado con la creatividad, la innovación y la asunción de riesgos, así como con la habilidad para planificar y gestionar proyectos con el fin de alcanzar objetivos. Las personas son conscientes del contexto en el que se sitúa su trabajo y pueden aprovechar las ocasiones que se les presenten. El sentido de la iniciativa y el espíritu de empresa son el fundamento para la adquisición de cualificaciones y conocimientos específicos necesarios para aquellos que crean algún tipo de actividad social o comercial o que contribuyen a ella. Dicho espíritu debería comportar asimismo una concienciación sobre los valores éticos y fomentar la buena gobernanza.
- La conciencia y la expresión culturales.
Aprendizaje basado en proyectos
Qué elegimos cuando elegimos educar
"Escucho, y luego olvido.
Veo, y luego recuerdo. Hago, y luego entiendo." |
Refrán de la antigua China
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Guía de fomento a la lectura y la escritura
Crear las condiciones para vivir experiencias de lectura, publicación del CONAFE, muy recomendable para todos los maestros que puedan apoyar la lectura en sus escuelas.
No se trata de rellenar,
sino de encender.
"La mente (de un alumno) no requiere ser llenada como si fuera un vaso, sino más bien, como la leña, requiere de astillas encendidas que le lleven a pensar de forma autónoma, y produzcan en ella un ardiente deseo de acercarse a la verdad."
Plutarco, De auditu (Sobre cómo escuchar). |
"Lo importante no es
que los maestros enseñen, sino que los alumnos
aprendan."
José Ignacio Suárez |
La educación de la voluntad,
el mayor reto.
José Antonio Marina, autor de La educación del talento, que puedes comprar aquí y aquí, y que recomiento ampliamente, escribe acerca de la voluntad:
"Me parece que el no querer ir a la escuela o no querer estudiar es el estado natural del niño, y que, por lo tanto, lo que hay que averiguar es por qué estudian los niños o adolescentes que estudian. ¿Qué les mueve? ¿Podrían contestarme a esta pregunta?
La motivación nos interesa tanto porque se refiere al origen de todo el dinamismo humano. Educadores, padres, políticos, sacerdotes, comerciantes, todos queremos conocer sus secretos. “La esencia del hombre es el deseo”, escribió Spinoza. Tenía razón. Nacemos con necesidades que se experimentan como deseos, y con un sistema neuronal de premios y castigos que nos sirve para orientar nuestra acción. Los sentimientos y las emociones forman parte de ese sistema de impulso y orientación. El viejo Platón decía que el fin de la educación era enseñar a desear lo deseable, es decir, educar la motivación...
¿Se pueden enseñar los deseos? He tratado este asunto en La educación del talento y solo voy a resumir lo que dije allí, pero quiero advertir que al estudiar el tema de la motivación no debemos fijarnos en nuestros alumnos, sino en nosotros mismos. ¿Qué nos sucede cuando queremos seguir una dieta de adelgazamiento o dejar de fumar o hacer ejercicio? Pues lo mismo que a nuestros alumnos con el estudio o con la lectura; lo mismo que a nuestros hijos con el orden. Que nos cuesta trabajo.
Nuestra energía brota de la necesidad de satisfacer tres grandes deseos: pasarlo bien, estar afectivamente vinculados, ampliar nuestras posibilidades (sentir que progresamos, que somos competentes, capaces, significativos). Cuando queremos dirigir nuestra energía hacia una actividad que no está directamente relacionada con ninguna de esas tres grandes necesidades, o que lo está pero mediante un nexo que no percibimos emocionalmente, tenemos que buscar el modo de relacionarla con alguno de los deseos ya existentes. De la misma manera que si queremos instalar un punto de luz en una habitación, tenemos que conectarlo a la red eléctrica. Esa es la tarea de la pedagogía de la motivación.
Es evidente que conviene “motivar” al niño o al adulto para que tenga ganas de hacer algo, pero también hay que enseñarle que hay cosas que se tienen que hacer sin ganas, es decir, sin estar motivado. Después de poner en juego todos los recursos del razonamiento o de la seducción, la última línea de resistencia es “y tienes que hacerlo porque es tu obligación”. El sentido del deber es un mecanismo casi reflejo, decía Eysenck, un gran psicólogo. Es un hábito que debemos inculcar, aunque, eso sí, acompañado del pensamiento crítico necesario para no dejarse dirigir por “deberes indebidos”.
"Me parece que el no querer ir a la escuela o no querer estudiar es el estado natural del niño, y que, por lo tanto, lo que hay que averiguar es por qué estudian los niños o adolescentes que estudian. ¿Qué les mueve? ¿Podrían contestarme a esta pregunta?
La motivación nos interesa tanto porque se refiere al origen de todo el dinamismo humano. Educadores, padres, políticos, sacerdotes, comerciantes, todos queremos conocer sus secretos. “La esencia del hombre es el deseo”, escribió Spinoza. Tenía razón. Nacemos con necesidades que se experimentan como deseos, y con un sistema neuronal de premios y castigos que nos sirve para orientar nuestra acción. Los sentimientos y las emociones forman parte de ese sistema de impulso y orientación. El viejo Platón decía que el fin de la educación era enseñar a desear lo deseable, es decir, educar la motivación...
¿Se pueden enseñar los deseos? He tratado este asunto en La educación del talento y solo voy a resumir lo que dije allí, pero quiero advertir que al estudiar el tema de la motivación no debemos fijarnos en nuestros alumnos, sino en nosotros mismos. ¿Qué nos sucede cuando queremos seguir una dieta de adelgazamiento o dejar de fumar o hacer ejercicio? Pues lo mismo que a nuestros alumnos con el estudio o con la lectura; lo mismo que a nuestros hijos con el orden. Que nos cuesta trabajo.
Nuestra energía brota de la necesidad de satisfacer tres grandes deseos: pasarlo bien, estar afectivamente vinculados, ampliar nuestras posibilidades (sentir que progresamos, que somos competentes, capaces, significativos). Cuando queremos dirigir nuestra energía hacia una actividad que no está directamente relacionada con ninguna de esas tres grandes necesidades, o que lo está pero mediante un nexo que no percibimos emocionalmente, tenemos que buscar el modo de relacionarla con alguno de los deseos ya existentes. De la misma manera que si queremos instalar un punto de luz en una habitación, tenemos que conectarlo a la red eléctrica. Esa es la tarea de la pedagogía de la motivación.
Es evidente que conviene “motivar” al niño o al adulto para que tenga ganas de hacer algo, pero también hay que enseñarle que hay cosas que se tienen que hacer sin ganas, es decir, sin estar motivado. Después de poner en juego todos los recursos del razonamiento o de la seducción, la última línea de resistencia es “y tienes que hacerlo porque es tu obligación”. El sentido del deber es un mecanismo casi reflejo, decía Eysenck, un gran psicólogo. Es un hábito que debemos inculcar, aunque, eso sí, acompañado del pensamiento crítico necesario para no dejarse dirigir por “deberes indebidos”.